Historias

Bolivia. Segunda parte

Entrar a La Paz es un caos. Una vez dentro, la cosa cambia bastante. Confieso que tengo problemas para orientarme, y mi GPS también.  Me manda por calles en contra mano y por otras que son solo para peatones. Más de una vez, pongo cara de perdido (fácil, claro está) y avanzo mientras pido disculpas. La moto cargada impresiona, y eso ayuda a generar mas lástima que bronca mientras me muevo a paso de hombre.

La ciudad está emplazada en un pozo. Tiene calles con tanta pendiente que no se me ocurriría subir caminando. Para donde mire hay edificaciones. Un mar de gente. Paso por una feria y veo la otra cara de la urbe. Abarca varias cuadras y se puede comprar de todo. Desde especias hasta carne. Todo expuesto sobre mantas, en el suelo. Una mezcla de olores y colores que invitan a conocer.

Feria

Feria

La parte sur es la de clase acomodada, y se nota. Los barrios mas humildes tienen los peores accesos. Se pueden ver las cholitas, con su vestimenta típica, cargando grandes bolsas cuesta arriba. Sólo a mí parece sorprender la escena. Los autos la esquivan mientras avanza a paso lento. Quién sabe cuantos kilos lleva sobre su espalda.

Como en El Alto, las camionetitas de pasajeros inundan las avenidas. Son miles con recorridos diferentes y sin paradas preestablecidas. Basta con hacer una seña para detenerla y subirse. Esto colabora en el caos general de transito. Están siempre al límite del choque, y sin embargo, parecen dominar este arte.

Dos dias libres en el viaje son mucho tiempo ocioso. Aprovecho a escribir, a tomar mate, a charlar con la gente del hostal. Mas de cincuenta huéspedes y soy el único latinoamericano. De hecho, el encargado del bar es el otro. Como en casi todos los hospedajes de este tipo, los empleados son huéspedes extranjeros, que arreglan un lugar y un pequeño sueldo a cambio de atender a los demás. En este caso, un belga y un ruso hace meses que están instalados.

Es lunes, y estoy impaciente por continuar mi viaje. En el taller me sugieren que, aprovechando la moto, viaje a conocer la selva. Necesito un par de días para llegar a Rurrabanque y una vez allí, contratar en una agencia el tour de 3 días. Soy fácil de persuadir y accedo. El servicio quedará para la vuelta.

La ruta pasa por Coroicó. Famoso pueblo para los que recorren la llamada Ruta de la Muerte. Mi viaje es largo y opto por la ruta nueva. Asfaltada y más civilizada.

En apenas dos horas de viaje desde La Paz, el clima y la vegetación cambian drásticamente. Del frío seco paso a un calor húmedo insoportable. De la estepa a la vegetación, y del abrigo, a transpirar hasta cuando no queda más ropa por sacarme.

Desde Coroicó sigo hasta Caranavi, donde paso la noche. El dueño del hotel me comenta sobre los cortes de ruta hacia Rurrenabaque y me sugiere otra ruta, según él, mucho mas linda. La ruta del oro. Dije que soy fácil de convencer. A la mañana siguiente parto a Guanay y Mapiri.

Hotel en Mapiri

Hotel en Mapiri

Me gusta la aventura. Me gusta descubrir lugares poco turísticos donde la gente no vive pendiente del foráneo.

Los primeros kilometros de la ruta son buenos. Es un camino angosto pero en buen estado. De a poco, y como advirtiendo lo que vendrá, comienza a angostarse y aparecen los primeros obstáculos. La temporada de lluvia ya pasó pero fue más húmeda de lo normal. Las maquinas viales trabajan para abrir paso en varios tramos y no queda otra que esperar.

Son apenas 130km y parecen mil. Las distancias son relativas. Cada vez que pregunto cuántos km faltan, me responden lo mismo, 3 hs. Así paso todo el día. Se me hace de noche y deja de divertirme. No sé cuanto falta. No hay carteles. Varias veces tengo que retomar el camino anterior cuando elijo mal un desvío. Cómo saber cual es el camino correcto cuando todos son iguales? El GPS me indica 20km, que serían ciertos si voy en helicóptero! Y si pasa algo? y si se descompone la moto? Realmente era necesario estar acá, ahora? Finalmente, arribo a Mapiri. Me hospedo en Santa Laura. Un hostal de la iglesia que parece descolocado en medio del pueblito precario. Festejo el triunfo con un menú de cena en el único comedor abierto.

Al día siguiente arranco bien temprano. Tengo que llegar a Sorata y de allí, vuelta a La Paz. Camino de cornisa, paisajes de ensueño y nafta en botellas de agua mineral. Utilizo la bomba con filtro que me llevé de Buenos Aires. Hoy si, siento que estoy donde quiero estar. Pago con gusto los peajes improvisados que los lugareños cobran por utilizar sus puentes colgantes. La otra opción es vadear el río. Tal como los carteles indican: “RUTA ALTERNATIVA NO OBLIGATORIA”.  Dado el caso, parece la opción más inteligente. Espero que el peso de la moto no sea demasiado, o no será tan inteligente después de todo. Desde la ruta pueden verse las minas de oro, del otro lado del río. Increíbles los caminos por donde se desplazan los enormes camiones cargados de material.

Puente colgante

Puente colgante

A partir de Sorata la ruta es asfaltada. Una buena noticia que no esperaba. Tengo que contarle a los demás viajeros moteros sobre esta ruta excepcional. En dos días no me crucé con un solo turista.

Otra vez atravesar El Alto, otra vez en La Paz, y otra vez en el mismo hostal. La aventura se termina y me invaden unas ganas tremendas de salir de allí. Ya es lunes y falta mucho por recorrer.

Dejo la ciudad con rumbo a Copacabana. El famoso lago Titi Caca y la Isla del Sol. Llego al atardecer y me encuentro con una cadena que atraviesa la ruta. Un policía me llama desde una oficina y pide los papeles de la moto. Todo en orden. Luego pide un poco más, 20 bolivianos. Pregunto para qué y balbucea una respuesta poco convincente. Me niego. Agarro los papeles y me retiro. Así de fácil reacciono cuando estoy cansado, con frío, y sin ganas de aguantar otro policía vivo de los que abundan en Bolivia.

Copacabana

Copacabana

Siento que todo será poco después de mi epopeya. Me equivoco.

Dos horas de navegación desde Copacabana y llegamos a la isla. El guía se llama Heriberto. Nos cuenta su historia.

Aprendió español hace dos años y sueña con aprender inglés. Sabe sólo un par de frases que repite continuamente.

Me cuenta que sus padres y los padres de sus padres nacieron y vivieron allí. Son apenas 3000 habitantes que viven según las costumbres de su pueblo. Declarado Patrimonio Nacional, el gobierno central los respeta y no interfiere demasiado.

Hablan aymará. Aclara que son mucho más antiguos que los incas, que hablaban quechua. Se nota el orgullo en cada palabra. Y se molesta cuando los arqueólogos quieren contarle su propia historia.

No conocen mucho más que su isla. No van a La Paz. No les interesan ni les gustan las ciudades. Están en un lugar especial, mágico, sagrado.

Hace unos años, llegó una empresa con una propuesta que parecía interesante. Plantarían eucaliptos y los isleños se encargarían de ellos a cambio del 50% de su explotación. De un día para el otro la empresa desapareció y estos árboles comenzaron a invadir la isla. Ahora los aprovechan para leña y para construcción. No fue tan bueno el negocio.

El turismo les da otra oportunidad. Muchos lo rechazan, pero la mayoría accede. Hasta hace un tiempo, el trueque era la única forma de transacción comercial. Ahora necesitan dinero, y ésta sí es una buena fuente de ingreso.

Para Heriberto, su isla es el paraíso. Quién quisiera irse de allí?

Isla del Sol

Isla del Sol

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Comentarios a Esta Entrada
  1. Guillermina. 20/04/2014 Responder

    Muy bueno los comentarios y súper las fotos intercaladas.

  2. ANA MARÌA 20/04/2014 Responder

    QUÈ HERMOSO ES LO QUE ESTÀS HACIENDO MARTÌN. LA DESCRIPCIÒN ES MARAVILLOSA. MUCHA SUERTE!!!!

  3. ELVA ZALAZAR 20/04/2014 Responder

    ESPECTACULAR TU VIAJE MARTIN!! LA MUSICA,LOS VIDEOS..AUNQUE TENGO Q DECIRTE Q ME DUELE EL ESTOMAGO Y ME TRANSPIRAN LAS MANOS!! DIOS TE ACOMPAÑE E ILUMINE TU RUTA 🙂

  4. Betty 21/04/2014 Responder

    Hola Martín, tremendos caminos los recorridos en Bolivia, me mareaba de sólo ver el video. Muy bueno tu relato y mejores las fotos.
    Te mando un fuerte abrazo desde La Plata, y seguiré acompañándote en tu viaje. Mucha suerte!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

  5. lilianafurman@yahoo.com.ar 21/04/2014 Responder

    Hola Martín: ¡que maravilloso tu relato y las fotos y video son simplemente espectaculares!! Describís muy bien tu viaje. ¡Qué caminos! Cuando llegás al asfalto te debe parecer la gloria! Tantos kilómetros sin cruzarte con nadie, ¿no te abruma tanta soledad? Seguí haciendones vivir con vos tu ruta, compartiendo esa aventura fantástica. ¡¡Suerte!! Besos, Liliana

  6. Alexia 29/04/2014 Responder

    Geniooooo q coraje hermanito! ojalá pueda acompañarte en algún momento del viaje.
    Tu hna. alimentando a tu sobrino de 8 días

  7. Rodrigo 29/04/2014 Responder

    Hola Martin. me parece genial el viaje que estas haciendo, ojala algún día pueda hacer un viaje en moto también ya que me apasionan. te voy a seguir por este medio. te mandan saludos mis abuelos pepe, clarita y el arrow de puerto santa cruz. todos los éxitos y disfrutalo a pleno!!

  8. Manuel Alberto Camio 12/05/2014 Responder

    Espectacular el viaje Martín, muy lindos paisajes y la ruta del oro una locura!!!!

  9. Trevorgat 26/05/2014 Responder

    Thank you for featuring the beautiful images– so vulnerable to a sense of contemplation.

    my website – http://journal-cinema.org/

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